Para muchos universitarios LGBTQ, el año de regreso en casa los forzó a ‘volver al clóset’
Enrique, sentado en un canal de su ciudad natal al cual acude cuando se siente abrumado por sus padres, que no aceptan su elección sexual.
Por LAURA NEWBERRY
LOS ANGELES TIMES
Enrique volvió a entrar en la habitación de su infancia, el 12 de marzo de 2020, y sintió la abrumadora ausencia de todo lo que había logrado en la universidad, los siete meses anteriores.
Las paredes le hablaban de las noches en las que había llorado hasta quedarse dormido después de revelarle a sus padres sus preferencias sexuales, cuando era estudiante de preparatoria. “No eres ese tipo de persona”, le habían dicho ellos. “Probablemente sea algo temporal”.
Enrique rompió sus viejos afiches de “Dragon Ball Z” y “Sailor Moon” y reorganizó sus muebles para que se parecieran más a su dormitorio universitario, pero nada podía recuperar en él la libertad que había sentido en la universidad. Ahora, de vuelta en casa debido a la pandemia de COVID-19, Enrique cayó en una profunda depresión al lidiar con la falta de voluntad de sus padres para reconocer su homosexualidad.
Enrique es expresivo e histriónico por naturaleza, y sus amigos de la universidad adoptaron esos rasgos. Pero con sus padres es reservado y callado, una vuelta a su comportamiento durante la preparatoria. “Fue como volver al clóset”, expresó Enrique, de 19 años, quien pidió ser identificado con un apodo por temor a dañar la relación con su familia.
El regreso a casa forzado de los universitarios ha sido particularmente doloroso para aquellos cuyas familias no conocen o rechazan sus identidades LGBTQ, según los terapeutas, el personal universitario y los propios estudiantes.
Muchos pasaron de experimentar el inmenso alivio de la independencia a sentirse nuevamente atrapados en un entorno que amenaza con deshacer la confianza en sí mismos, eso que tanto les costó ganar.
“Para muchas personas, la universidad es la primera vez que pueden ser abiertos y honestos acerca de sí mismos y de quiénes son, qué y quién les gusta”, afirmó Sean Boileau, director de servicios de salud conductual de APLA Health, un centro de Los Ángeles sin fines de lucro que brinda atención médica a personas LGBTQ.
A pesar de los grandes cambios en la actitud pública hacia la comunidad LGBTQ en los últimos años, muchos padres todavía tienen dificultades con las elecciones de sus hijos queer y transgénero. Según una encuesta nacional de estudiantes universitarios LGBTQ de la Universidad de Maryland, el 30% escuchó a su familia hacer comentarios negativos sobre las personas LGBTQ con más frecuencia durante la pandemia, mientras que el 35% reconoció haberle mentido sobre su identidad con más frecuencia.
Desde marzo pasado, Trans Lifeline, una línea directa de crisis para personas transgénero, ha registrado un aumento del 18% en las llamadas de quienes aseguran haber sido rechazados por sus parientes. La cantidad de individuos que contactaron a Trevor Project, una línea directa de suicidio para jóvenes LGBTQ, se duplicó durante ciertos momentos de 2020.
Antes de que Enrique fuera a la universidad, no se daba cuenta de lo agobiante que era vivir en casa, primero como un adolescente que ocultaba su homosexualidad, y luego como alguien cuyos padres ignoran ese aspecto de su vida.
Si usted o alguien que conoce muestra señales de advertencia de suicidio, busque ayuda de un profesional llamando a la Línea Nacional de Prevención del Suicidio, (800) 273-TALK (8255). Puede comunicarse con Trans Lifeline al (877) 565-8860 y con Trevor Project al (866) 488-7386.
Cuando se mudó a un campus de la UCLA en el sur de California, rápidamente habló del tema con sus nuevos amigos. Todos adoraron esas cualidades de él que tanto temía que sus padres etiquetaran como “extravagantes”. También conoció a un chico que le gustaba y salieron brevemente. Comenzó a vestirse como los modelos masculinos que veía en Instagram: pantalones de tres cuartos, suéter de cuello alto y brazaletes de plata. Por primera vez en su vida, sintió que su exterior coincidía con su interior.
Cuando Enrique se enteró que el campus cerraría, el año pasado, pensó: “Esto probablemente terminará en mayo. Todo va a estar bien”. Pero un mes en casa se convirtió en dos, luego en tres. Entonces, no se vislumbraba un final. Ahora, incluso cuando los condados están reabriendo, las clases de UC siguen siendo en línea y las residencias universitarias permanecen en una fracción de la ocupación.
Según Enrique, sus padres menospreciaban su sexualidad de manera sutil, como cuando vestía un atuendo de colores brillantes. “Te ves...”, le decía su mamá, quien bajaba la voz mientras gesticulaba con la muñeca flácida. O cuando su papá insinuó que su hermano menor tendría hijos, pero Enrique no.
Para el otoño, el joven universitario reconoció que estaba luchando contra el abuso de sustancias y los pensamientos suicidas. Se había sentido deprimido antes, cuando estaba intentando amigarse con su sexualidad, pero nunca había querido hacerse daño a sí mismo. Cuando no estaba conectado a Zoom para las clases, solo dormía. En retrospectiva, atribuye su depresión a la vergüenza que sentía cuando estaba cerca de sus padres.
Más riesgos para la salud mental
Los expertos en salud mental afirman que incluso las formas sutiles de rechazo pueden dejar una marca indeleble en un joven LGBTQ.
La investigación de Family Acceptance Project, un programa de la Universidad Estatal de San Francisco que trabaja con jóvenes LGBTQ y sus familias, reveló algo sorprendente: los adolescentes cuyos padres respondieron a su identidad con niveles moderados de rechazo tienen tres veces más probabilidades de experimentar casos fuertes de depresión clínica como adultos jóvenes, en comparación con sus pares que no fueron rechazados. Este riesgo se duplica para los adolescentes que resultaron muy refutados por sus padres.
Los progenitores pueden expresar su rechazo de muchas maneras: al no hablar sobre las identidades de sus hijos, al no permitirles tener amigos LGBTQ y al rechazar la participación en servicios o eventos de apoyo de la comunidad LGBTQ.
“Los padres que se involucran en estos comportamientos normalmente piensan que están ayudando a sus hijos a tener una buena vida, que esto mantendrá unida a su familia”, afirmó Caitlin Ryan, directora de Family Acceptance Project. De hecho, agregó, “su hijo está experimentando esos comportamientos no solo como dañinos, sino a menudo como traumáticos”.
Los jóvenes adultos queer o trans que enfrentaron una fuerte resistencia -tal vez repudiados o abusados física o emocionalmente por sus cuidadores- tienen ocho veces más probabilidades que sus pares aceptados de intentar suicidarse, muestra la investigación.
No es nuevo que los estudiantes universitarios LGBTQ pasen las vacaciones con familias que no aceptan su identidad sexual o de género. Pero las tensiones de la pandemia, el aislamiento y la duración de éste, han sido diferentes, enfatizaron los consejeros. “Cuando trabajaba con gente que regresaba a casa durante las vacaciones de primavera o verano, creábamos planes de seguridad. Si su familia los atacaba verbalmente, si se sentían abrumados, sabían que podían ir a la casa de tal o cual amigo, a esta biblioteca, a esta cafetería”, comentó Tiffany O’Shaughnessy, profesora de consejería en el estado de San Francisco.
Abatimiento de espíritu
Una estudiante de la Universidad de Missouri, Afua Owusu-Agyeman, vivió con sus padres desde marzo hasta el otoño de 2020 después del cierre de la universidad.
Cuando se declaró queer, en su último año de preparatoria, su madre le respondió: “No, no lo eres”, y le hizo prometer que no se lo diría a nadie más en la familia.
En Missouri, los amigos que la aceptaban hacían sentir que su “alma era acunada”, pero en casa, el silencio en torno a su homosexualidad se intensificó a medida que avanzaba la pandemia.
Trató de inscribirse en la consejería universitaria, pero el aumento de la demanda significó esperar meses para una cita. La joven llamaba a una línea directa de suicidio casi todas las noches. “No creo que se pueda subestimar lo mucho que esto puede abatir tu espíritu”, remarcó Owusu-Agyeman, “que te digan todos los días que no está bien ser tú mismo”.
Diane Kubrin, directora de servicios de salud mental en el Centro LGBT de Los Ángeles, dijo que uno de sus pacientes de terapia transgénero fue rechazado cuando regresó a casa durante la pandemia vestido de forma alineada con su identidad de género. Shaun Travers, director del Centro de Recursos LGBT de UC San Diego, se reunió con tres estudiantes queer y trans que fueron expulsados de sus hogares durante el último año debido a sus identidades.
Vivir en casa ha sido especialmente angustiante para los estudiantes transgénero y no binarios, cuyos familiares pueden, intencional o involuntariamente, llamarlos con pronombres incorrectos o “ponerles un nombre no identificatorio”, por ejemplo, usar el nombre que tenían antes de la transición. Esto puede causar una gran angustia emocional, conocida como disforia de género, según los terapeutas.
Este fue el caso de Jasper, un estudiante de primer año universitario no binario en Carolina del Norte. Jasper, de 19 años, vivió en el campus el otoño pasado, una época en la que pudo “existir sin que la gente cuestionara” su presentación de género. Luego regresó a casa durante el pico invernal del coronavirus. “Mis padres nunca usan mis pronombres correctos y dudo que alguna vez lo hagan. Siempre usan mi nombre de nacimiento”, dijo Jasper, quien pidió ser identificado por su nombre de pila por temor a represalias de su familia. “Es como morir por mil pequeños cortes”.
Para los adolescentes y adultos jóvenes que dependen económicamente de sus padres, mantener una conexión, por tensa que sea, y sostener la paz, tiene un peso adicional. Los padres de Jasper amenazaron con sacarlo del plan de seguro médico familiar si intentaba realizar una transición médica. “Las dos personas que siempre deberían estar en mi equipo son las únicas que no lo están en este momento”, remarcó Jasper, cuya salud mental ha mejorado mucho desde que regresó al campus, en febrero.
Cuando el secreto es un peligro para la salud
Para muchos estudiantes LGBTQ, ocultar su yo auténtico a los miembros de la familia es un “peligro para la salud” que puede causar ansiedad, depresión, autolesiones, transfobia y homofobia internalizadas, explicó Ryan, del Family Acceptance Project.
“Un desliz incorrecto de una palabra de repente puede quitarles lo único que le queda: seguridad física y protección”, añadió Boileau, de APLA Health.
Los estudiantes que no están en casa también tienen menos probabilidades de acceder a servicios virtuales de salud mental, informaron los consejeros. Y aquellos que buscan apoyo a menudo lo hacen con miedo, hablando en código con sus terapeutas o ingresando a las sesiones de terapia desde sus autos, donde nadie los escuchará.
Eliza, estudiante de tercer año no binario y queer en UC Berkeley que pidió ser identificado por su apodo, no es abierto con sus padres respecto de su identidad y debió regresar a su casa, en el condado de Los Ángeles, durante la pandemia. Cuando Eliza intentó comprar ropa de hombre, su madre se negó, por lo cual se presentan más femenino en casa. Eliza trata de no hacer una mueca cuando sus padres lo confunden involuntariamente.
“Dicen cosas como: ‘No soy transfóbica, pero nunca desearía que mi hijo fuera trans’”, comentó Eliza. No lo dicen con malicia, añadió, pero duele.
Eliza no ha salido del clóset porque está tratando de proteger su relación no solo con sus padres, sino también con los miembros de su extensa familia taiwanesa, quienes piensan en la homosexualidad como resultado de la americanización.
Eliza with a flag on the beach.
Eliza, estudiante de tercer año en UC Berkeley, con una bandera del orgullo LGBTQ en una playa en el condado de Los Ángeles, cerca de su casa.(Jay L. Clendenin / Los Angeles Times)
Eliza suele ocultar su participación en grupos LGBTQ de Cal. "¿Por qué tienes tantas reuniones?”, preguntan sus padres. "¿Para qué son?”. Eliza cambia de tema.
“Hay una parte de mí que desearía poder celebrar quién soy, junto con mi familia”, afirmó.
Para Enrique, el abismo entre él y sus padres creció a medida que avanzaba la pandemia. Los intentos de estos por acercarse no parecían auténticos, y terminaron creando distancia. Si su madre se inclinaba para darle un abrazo, él la apartaba.
Un día, el otoño pasado, Enrique encontró el valor para hablar de regresar a su ciudad universitaria, a pesar de que las clases todavía se dictaban en línea.
“Te amamos, queremos tenerte aquí”, le dijo su mamá. "¿Por qué querrías irte?”.
Enrique no se atrevió a decir que ellos eran el problema. Pero sospecha que lo saben. Al final, decidió quedarse en casa y todavía sigue allí.
Recientemente, sus padres han comenzado a reconocer su homosexualidad de pequeñas maneras. "¿Cómo está mi atuendo?”, le pregunta su mamá antes de ir al supermercado. "¿Que piensas de estos zapatos?”.
No es mucho, admite. Pero es un comienzo.
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