Joyas que cuentan historias
Desde chico siempre sentí curiosidad por el arte, la cultura y el diseño. Mi padre fue bailarín de música folclórica y me inculcó el amor por las tradiciones culturales de mi región. A los 9 años me dejé atrapar por el mundo de la moda y empecé a conocerla en el colegio mientras bailaba y veía las presentaciones de me padre; pero, además disfrutaba como nadie viendo las transmisiones del Reinado Nacional de la Belleza junto a mi madre y mi abuela.
Soñaba con vestir las reinas de su país y que mi nombre sonara junto al de reconocidos diseñadores como Hernán Zajar o Alfredo Barraza. Mi familia no tomaba en serio esa pasión que yo sentía por la moda, pero, mis primeros diseños fueron para las muñecas de mi hermana, que terminarían convirtiéndose en mis juguetes preferidos, los hice cortando los retazos de tela que le sobraban a mi abuela mientras la veía coser. Cuando cumplí 13 años descubrí otra gran pasión gracias a mi mejor amiga de toda la vida y su tía.
A la primera siempre la veía usar hermosas piezas de joyería en el cuello y la orejas; y a la segunda, quien también era vecina de su familia paterna, la veía tejer pulseras y collares para sus hijas y encargos que le hacían. Por esto me decidí a decirle a mi abuela que me comprara material para aprender a hacer aretes, collares y pulseras. Mis papás y mis tías se opusieron, los estereotipos de género y la cultura machista en la que siempre hemos vivido les impedía ver con buenos ojos que yo hiciera labores que generalmente hacían mujeres, como el tejido y el diseño; pero, mi sensibilidad por el diseño pudo más y siempre fui muy terco para sacar mis ideas adelante.
Mi abuela y cómplice en esta aventura fue mi primera inversionista, 7 mil pesos colombianos fue el valor de esa inversión en mis sueños, y más adelante sería ella quien me compraría la revista con la que pude realizar mis primeros tejidos en la tienda que hace 16 años fue mi primer proveedor y que hoy lo sigue siendo.
Para la tía de mi mejor amiga yo era “Pibis”. Ella fue quien me enseñó a tejer. Solo necesité armarme de determinación y un carácter implacable para defender mis sueños para que mi familia empezara a mostrarme su apoyo. Ya tenía mi primera inversionista, un proveedor de insumos y una mentora, mi padre fue mi asesor comercial de aquel entonces, si puede llamársele así al “cargo” que desempeñaba en el cumplimiento de mis sueños; el llevaba esa revista a la empresa donde trabajaba y se la ofrecía a sus compañeras, así empecé a hacer mis primeros diseños, no propios, pero ese sería el primer gran paso para realizar mi sueño más importante: ser diseñador de modas.
Mientras mi papá ofrecía mi trabajo en su empresa, al colegio yo llevaba otras piezas más sencillas con materiales plásticos para mis compañeras. Empecé a padecer el bullying, del que en aquel entonces no se hablaba en ninguna institución educativa del país. Mi etapa escolar no fue el mejor, casi que podría compararla con vivir en un infierno, y se me convirtió en un dolor de cabeza el tener que defender mi ser cuando me preguntaban qué quería ser cuando grande y yo con orgullo respondía “diseñador de modas”. Siempre debía armarme de fortaleza y carácter para enfrentarme a las burlas y señalamientos porque para ellos yo era diferente, pero, yo me definía como un adolescente original, único, que odiaba el machismo aun sin saber con exactitud qué era eso; mi forma de ser no era lo que se esperaba socialmente de un hombre en aquella época: era muy delicado, nunca me gustaron las labores pesadas y mucho menos los deportes de contacto. Viví los años más complicados y horribles de mi vida hasta llegué a décimo grado, cuando a los 15 años empecé a defender quien era sabiendo que nadie lo haría por mí, y empecé a aceptarme como homosexual.
Cumplí 17 años. Me estaba graduando del colegio y reafirmé con mi familia que a como diera lugar quería ser diseñador de modas. En un principio el apoyo fue escaso, casi nulo, pero cuando mi familia vio en la determinación para lograrlo, decidieron apoyarme. 6 meses después estaba entrando a la universidad, viviendo toda una aventura como primíparo, en don el tratar de aparentar ser alguien que no era y querer encajar a la fuerza en un círculo socioeconómico al que no pertenecía me llevaron a tirarme mi primer semestre en la universidad. Un año después volví determinado a cumplir mis sueños, forjé el carácter que hoy tengo y saqué a relucir el espíritu emprendedor y rebelde que siempre tuve desde pequeño. Continué con la bisutería, vendiendo las piezas a mis compañeras y pude encontrar un ambiente mucho más tranquilo para desarrollarme como persona y como profesional. No me sentí discriminado por mi orientación sexual.
La universidad cambió mi visión de la moda, la vida y el diseño por completo. Ya no quería ser el diseñador de las reinas, sino que descubrí que la moda tenía una función social, que la moda cuenta historias, denuncia injusticias, y que las tendencias no son solo moda, sino que responden a necesidades de los seres humanos y a sus comportamientos que van evolucionando con el tiempo.
A los 24 años me diagnosticaron con VIH, casi terminando mi carrera, y fue ene se momento que pude encontrar mi propósito de vida: conectar mi profesión con el diagnóstico que acababa de recibir para generar consciencia. Allí empezó a nacer mi marca, desde ese momento me propuse a empoderar a quienes viven con VIH, especialmente jóvenes y mujeres de las poblaciones más vulnerables, para que emprendieran y fueran autosostenibles, cuando me di cuenta de las cifras tan preocupantes de desempleo en esta población.
Hoy en día soy el director creativo de la mi propia marca de joyería y alta bisutería. Mi marca tiene como objetivo principal contar historias de luchas sociales, contar los relatos más íntimos de las personas, utilizando como herramienta principal la joyería, con un concepto sin género dentro de nuestras piezas rescatando técnicas tradicionales como el alambrismo, el soutache, los tejido y telares. En octubre del año pasado participé de la convocatoria de Economía Naranja de Fondo Emprender, en la que resulté ganador y gracias a la cual pude crear mi propia empresa. En este momento estoy en proceso de crear una galería de diseño que será un centro cultural y de pensamiento de la joyería, con un concepto flagship store con la cual también se va a apoyar el emprendimiento local a través de exposiciones de arte en pequeños formatos dentro de la tienda.
Además, tenemos como principio fundamental la sostenibilidad, por eso estamos trabajando de la mano de instituciones como Artesanías de Colombia y Universo Mola, Movimiento Latino de Moda sostenible, del cual hago parte como voz para Colombia, implementando políticas de inclusión en nuestros procesos de contratación teniendo como prioridad a la población LGBT, mujeres y jóvenes, especialmente si viven con VIH. Nuestra visión es ser pioneros y modelo a nivel nacional e internacional en sostenibilidad e inclusión, trabajando con base en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Mi nombre es Andrés Salazar, mi marca se llama Andrés Salazar Joyas con historia y esta es mi historia; y gracias a mi empresa vamos a seguir contando historias, tus historias, nuestras historias.
Andrés Salazár
Twitter @asalazarmoda
Blog https://andressalazarinfo.wixsite.com/insight/post/moda-en-cuarentena
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