Por Vladimir Charry*
Pues no sé si a usted le ha pasado, pero muchos se han propuesto amar, se han intentado programar para apostarle a una relación en donde “lo racional” pesa más que ese impulso animal del deseo -más aún cuando hay una intención evidente de hacer pareja, cargada de algo de premura, y de hastío de la soltería-.
Y entonces, aparece lo que algunos llaman ¡un partidazo!
Eso sí, el deseo sexual no es tanto, no hay esa fuerza animal que originalmente nos invitaría a abalanzarnos sobre él o ella para arrancarle la ropa y callarle la boquita con un beso de esos que intenta tragarse al otro, y pedirle que no hable más para aprovechar el tiempo y conquistar piel. ¡Pero eso no está!, ese deseo sentir su cuerpo cerquita no aparece espontáneamente, sólo si se da estaría bien, si no, no importa, otro día pasará.
El hecho de rozar rodilla cuando se comparte silla tampoco aparece, y mucho menos las ganas de arrunche compartido: eso de no hacer nada, simplemente estar y contemplar al otro parece ser reemplazado por una gran cantidad de planes y programas fuera de casa para estar ocupados “haciendo”. Y claramente, esa escena de novela o película –que confieso, he protagonizado-, no está presente: levantarse junto al fulano, y olerle la cara, como capturando su olor “a sueño” -porque hasta eso gusta cuando el deseo está presente-, no es
una posibilidad, esa cosa primaria, básica, animal, no aparece.
Y tampoco tiene lugar esa gana de buscarle sus recovecos y explorarle. No surge esa intención de pedirle que se quede día y noche en casa para darle mayor oportunidad al cortejo y desembocar en ese encuentro de humanidades bajo las sábanas, propio de los amantes que se estrenan compartiendo escena.
Hay más bien un deleite de compañía, un disfrutar de lo que dice medio de las conversaciones, pero lo otro no hace parte del “juego”. Es más, el deseo sigue de paseo fuera de casa: ves a alguien por ahí y la respuesta hormonal es inmediata, mientras que con él o con ella en casa eso casi no sucede. Puede que aparezca, pero como resultado de un calentamiento, una disposición de las condiciones que en otros casos se darían sin tanto preámbulo.
Aún así, se hace la apuesta, se empieza a salir con el fulano o la fulana, y como cada relación constituye un universo único puede que “en el camino se ajusten las cargas”, como dice el dicho. Es decir, en algunos casos donde el deseo no estaba presente, con el tiempo se abre espacio el derroche del placer, y surge naturalmente.
¿Qué sucedía? En ciertas ocasiones pueda que ese sea su ritmo, su naturaleza, su manera de relacionarse, o en otros casos, puede haber bloqueos y las personas necesitan más tiempo para abrirse en la intimidad; algunos los enfrentan con las herramientas que encuentran en su camino, mientras que otros buscan ayuda terapéutica para encontrar salida.
Pero en otros casos, puede que después de intentarlo, “el fogón no encienda”, y habrá quienes ven lo que sucede, o mejor, lo que no sucede, y se la juegan así: aceptan que su relación está colonizada por un amor más bien admirativo y compasivo, mientras el deseo se mantiene guardado por elección y asumen lo que esto suponen.
También hay algunos que frente a la dificultad para la aparición del deseo optan por convencerse de un estado de complacencia que no es auténtico, y se da origen a una relación que no satisface del todo. Esto, por una necesidad de compañía, o incluso, por temores no resueltos con la sexualidad, así que pueden encontrar en estas relaciones una opción de trinchera para vivir el afecto en condiciones diferentes.
E incluso, puede que frente a esa ausencia del deseo, algunos ni siquiera estén tratando de convencerse de nada, sino que por primera vez tiran una apuesta distinta; se trata de personas que siempre habían empezado sus relaciones por encuentros de cama –con resultados que no siempre eran los esperados- y esta vez optan por darse la opción de empezar a conocerse en otros escenarios, y entonces empiezan a darle largas a la llegada de la pasión, que parece nunca llegar… Y esa nueva manera de acercarse les lleva a esperar y esperar a que aquello encienda, con una esperanza que alimentan, aunque parezca que no habrá tal.
Sea cual sea la realidad de la relación, lo importante es no echarse cuentos. Si se tiraron los dados y se decide jugar de una u otra manera es importante ser conscientes de lo que se está jugando, hacerse responsable de las elecciones que se hacen, y mirarlas a la cara sin evadirlas.
¿Que si eso que llamamos “animal” debe estar presente?, cada quien lo decidirá. ¿Que si ese deseo se puede prender con el tiempo?, es su elección comprobarlo, habrá mucho escrito pero su relación es tan única como usted mismo. De hecho, algunos aseguran que para que en una relación las cosas funcionen deben confluir y equilibrarse los tres amores: el admirativo, el compasivo, y el erótico, dirigidos, cultivados y vividos con una misma persona, pero en la vida cotidiana muchos eligen dividirlos y sienten admiración por una persona, cuidan y procuran el bienestar de otra, y tienen sexo con una distinta.
La elección es suya, así que testee en este momento de la vida en qué está y qué necesita aquí y ahora. Y eso sí, realice sus auto observaciones y sus elecciones desde la consciencia, y hágase responsable de ellas. ¡Inténtelo!, empezar a hacerse preguntas es un buen inicio para descubrir con qué está enredado y qué es lo que realmente DESEA.
Por Vladimir Charry - Consultor Gestalt
@vladimircharry
Formación en Gestalt Integrativa en la Escuela de Gestalt Claudio Naranjo Transformación
Humana. Especialista en Gestión Humana de la U. del Rosario. Comunicador Social de la U.
Javeriana. Contacto para consultorías individuales y comentarios: vladimircharry@hotmail.com
1 comentarios :
me parece guapo el de pelo mono o rubio
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