EL ORGULLO DE SER UN PADRE GAY
- No fue el resultado de un “accidente”, una noche de copas o un momento de confusión, fue una decisión pensada...
Por Juan Carlos Cortés Lozano*
Nací en los 70’s pero crecí en los 80’s y 90’s con un “cáncer gay” que amenazaba con exterminar a todo aquel que sintiera como yo, con una satanización del tema homosexual y esa sensación de culpa, pecado y suciedad que te infunde una sociedad goda, religiosa y cerrada.
En ese entonces era natural sentirse amenazado por sentir y amar diferente, no era el momento de pensar en ser padre y conformar una familia, ni siquiera se veía factible. Era el momento de pensar más en lo social y de asumir el reto de apoyar las luchas de un incipiente colectivo que daba sus primeros pasos con temor hacia la visibilización.
Asumí que por ser gay no iba a tener hijos, no al menos sin acudir a la fórmula de ser gay de clóset y llevar una vida doble, afortunadamente los tiempos y formas de pensar cambian y se pueden hacer nuevas luchas, en este caso más personales, entonces a mis 33 años decidimos con una amiga de toda la vida, ser padres y reitero: DECIDIMOS, porque no fue el resultado de un “accidente”, una noche de copas o un momento de confusión, fue una decisión pensada a la que decidimos dar curso después de sopesar pros y contras, porque sabíamos que no sería un reto fácil criar un hijo con un padre abierta y reconocidamente gay y una madre heterosexual.
Decidimos también, que tipo de padres seríamos, la formación espiritual, social y académica que le daríamos, tomamos decisiones a nivel laboral porque si bien el dinero es importante en una familia, teníamos claro que es más importante el tiempo que dedicaríamos a nuestro futuro hijo y no queríamos caer en el sofisma de la “calidad de tiempo” también era importante la cantidad de tiempo que se le dedica a un hijo, para qué tener un hijo si va a ser criado por terceros.
Una vez decidido todo esto había que dar el siguiente paso: el proceso de fecundación, inicialmente pensamos en un procedimiento de fecundación in vitro, pero luego de ver los costos, decidimos que ese dinero estaría mejor invertido en la educación del hijo que pensábamos tener, así que nos dimos a la tarea de una práctica más natural, lo cual se logró una vez pasada la vergüenza y la risa que produce verse con su mejor amiga en lides de índole sexual, no se requirieron muchos intentos porque como dice la que ahora es madre de mi hija: no hay nada más embarazador que polvo de mari**ca.
Una vez confirmado el embarazo nos damos a la tarea de comunicárselo a nuestras familias, es cuando tenemos que comenzar a poner en práctica todo lo pensado y el primer paso era educar a nuestras familias, si querían ser parte de la nuestra, claro está.
Y es que no estábamos dispuestos a exponer a nuestro hijo a críticas y discriminación provenientes de su propia familia, antes preferíamos tomar distancia de ellos, suficiente iba tener nuestro retoño con la discriminación social, para darle más de lo mismo en el hogar o el núcleo familiar que debía protegerlo. Las reacciones no se hicieron esperar, si bien un par de tías nos dijeron que no debíamos hacerle eso a un niño que lo mejor era ocultar “lo que se debía ocultar”, la gran mayoría de la familia apoyó la decisión y se puso manos a la obra: preguntar, escuchar sin juzgar, aprender y leer se nos hizo cotidiano para que todos habláramos el mismo idioma.
Después de un embarazo que se dificultó en sus últimos meses, nace nuestra hija en una familia que la ama y la recibe llena de esperanza, siempre ha estado rodeada de sus tíos, primos y abuelos es una nena desparpajada, llena de risa y feliz.
Hoy nuestra hija tiene 8 años, en plena edad escolar y nuestro único miedo es que los demás niños e incluso docentes no sean educados en la diversidad y que esto llegue a conflictuarla, sin embargo, ella ha crecido en un ambiente sano e informado al respecto, tiene claro que existen muchos tipos de familias, que su madre ahora está casada con un hombre y su padre ha tenido novios, lo cual ve con total “normalidad”. Lo cierto es que nunca tiene problemas a la hora de decir que su padre es gay, algo en lo que sin duda ha influido que se haya rodeado de personas LGBTI+ y que el resto de su familia vive esto con naturalidad, lo que nos parece muy importante para todo tipo de niños.
Una práctica que ha ayudado mucho es que desde que ella tiene 4 años, el día del orgullo, se reúne toda la familia y me “celebran” con almuerzo, torta y decoración, todos hablamos abiertamente sobre los temas políticos y sociales del colectivo.
Y aquí seguimos como cualquier familia asumiendo el desafío diario de ser padres, con algunos yerros y muchos aciertos, preparándonos desde el amor y el valor para afrontar los retos de ser unos padres diferentes, con la esperanza de que en las nuevas generaciones el respeto por la diversidad sea lo cotidiano y no lo excepcional.
Juan Carlos Cortés Lozano
Psicólogo
Maestro de artes escénicas
Twitter: @jukarcorlo
Instagram: jukarcorlo
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5 comentarios :
Me pareció hermoso el artículo, y espero que tu hija siga así llena de felicidad y de amor por parte tuya y de toda su familia ❤️
Felicidades! Eres un super papá y que historia tan encantadora.
Maravilloso, me gusta mucho la forma tan responsable y tan correcta en que tomaron esta decisión de ser padres y sobre todo la manera en que estan educando a su hija, ojalá todo el mundo educara así a sus hijos, esto nos garantizaría que a futuro la discriminación de cualquier tipo desaparezca por completo.
Que historia tan bien contada, tan bonita, todo lo que se puede decir de ésta familia es que está conformada desde el amor y el respeto. Los valores principales que un niño necesita !
Muchas gracias por compartir una experiencia que refleja la realidad de muchos miembros de la comunidad, ser padres a pesar de nuestras preferencias, es un acto de fé y rebelión dirigida a la libertad de expresión
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