Escribo a los hombres y mujeres de buena voluntad que creen en las enseñanzas de Jesucristo.
Por: Mauricio Albarracín
Quisiera a partir de esta columna tener una conversación auténtica y constructiva con los católicos y evangélicos quienes tienen temores y dudas sobre el reconocimiento de los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex (LGBTI).
Vengo de una familia católica que me enseñó la principal regla ética de mi vida: amo al prójimo como a mi mismo (Mateo 22:39). En cada persona reconozco la dignidad, porque es la misma que predico para mí mismo. Por eso creo que todos merecemos el mayor respeto y protección. También aprendí algo más en mi casa: no le hagas a otro lo que no te gustaría que te hagan a ti (Mateo 7:12). Una tercera lección ética la aprendí del cristianismo: en mi más íntima conciencia tomó las decisiones más importante de mi vida y es allí dónde me encuentro con mi espiritualidad. En la tradición católica se considera que la conciencia “es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla” (Concilio Vaticano II, Constitución Apostólica, Gadium et Spes, 16). Por muchos años mi familia me enseñó los valores de la comunidad y la solidaridad con fundamento en la religión.
De mi propio aprendizaje religioso puedo reconocer que algo contrario al cristianismo está surgiendo en nuestra sociedad. Desde hace unos meses el país ha presenciado una movilización de sectores religiosos contra los derechos y libertades relacionados con la sexualidad. Líderes religiosos han enarbolado el odio y han creado la idea de que existe una guerra santa entre cristianos y las personas LGBTI. Para ello han usado las redes sociales, las calles y la publicidad política para demonizarnos. Se trata de una nueva inquisición populista contra las personas LGBTI.
Estoy convencido que a la gran mayoría de creyentes no les interesa juzgar a los demás (¿quién soy yo para juzgar?) ni tampoco les interesa el poder político. Sin embargo, hoy los líderes fundamentalistas instrumentalizan la religión para apoderarse del poder político con la promesa de implantar un perfeccionismo moral que ni siquiera ellos cumplen. Estos líderes políticos y de opinión están usando los derechos de las personas LGBTI como un instrumento de pánico moral entre los creyentes para movilizar sus votos, como lo hicieron en la campaña del plebiscito y querrán seguir haciéndolo en procesos políticos futuros.
De esta manera quieren crear la idea de que las personas LGBTI somos enemigos de los cristianos. Nada más lejano de la realidad. Las personas LGBTI somos tan creyentes como el resto de la población. De hecho, muchas personas LGBTI sufren porque sus propias iglesias y familias las discriminan.
Amigos cristianos, ustedes y nosotros tenemos asuntos en común que nos unen. Por ejemplo, nosotros respetamos la libertad religiosa tanto como la libertad sexual porque ambas nacen en la más íntima conciencia y nadie puede molestarnos por nuestras decisiones vitales. También reconocemos en la experiencia de discriminación en razón de la religión nuestra propia discriminación en razón de la sexualidad. Es por eso que rechazamos con vehemencia cualquier acto violento o discriminatorio motivado por razones religiosas o de las creencias, como los ocurridos durante el conflicto armado colombiano con personas de fe que fueron perseguidas por esa causa.
Necesitamos un nuevo diálogo entre creyentes y no creyentes sobre la relación entre religión y sexualidad en la Colombia contemporánea. Temo mucho al fanatismo religioso que busca dividirnos entre colombianos y que toma fuerza cada vez más. Recientemente, escuchamos cada vez más declaraciones de líderes religiosos que anuncian campañas de persecución contra las personas LGBTI.
A los cristianos que creen en la democracia y los derechos los invitó a dialogar entre nosotros para trabajar juntos por una paz estable y duradera. También creo que podrían exigir a sus líderes religiosos que no sigan abusando del poder terrenal para perseguir a sus hermanos en razón de su sexualidad. La persecución de otros seres humanos no sólo va en contra de los derechos fundamentales, también va en contra del cristianismo, no en vano Jesús dijo en el Monte: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo, 5:10).
* Abogado y activista LGBTI, malbarracin@gmail.com @malbarracin
Invitación: no se pierdan mañana jueves 13 de octubre a las 5:30 de la tarde Centro Cultural Gabriel García Márquez de Bogotá, las organizaciones Colombia Diversa, Caribe Afirmativo y Santamaría Fundación presentarán su primer informe conjunto sobre la violencia hacia personas lesbianas, gay, bisexuales y trans (LGBT) en 2015: “Cuerpos excluidos, rostros de impunidad”.
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