ÓSCAR BELLOT 26 de marzo de 2012
Su trono está amenazado. Desde que a mediados de 2008 Lady Gaga irrumpiese como un vendaval en la industria discográfica con 'The Fame', el reinado que Madonna viene ejerciendo sobre el universo pop se tambalea. Existe la sensación de que por fin una artista posee las dotes musicales y, sobre todo, mercadotécnicas, necesarias para proceder a la sucesión que inevitablemente habría de tener lugar un día u otro. Seguramente la Ciccone estaba más cómoda cuando se consideraba a Britney Spears como la heredera. Podía ejercer como tutora, consciente de que su pupila carecía de la fortaleza necesaria para tomar el castillo al asalto. Pero por las venas de la intérprete de 'Poker Face' sí corre auténtica sangre guerrera. Hace tiempo que levantó el puente levadizo y se encaminó a los aposentos de la soberana. Ahora se apresta a ponerse la corona. Nadie es tan consciente de ello como la 'chica material', y lo deja translucir en 'MDNA', su nuevo disco, que sale a la venta este lunes.
Duodécimo álbum de estudio de la 'ambición rubia' y primero bajo el paraguas de Universal Music, 'MDNA' rompe cuatro años de silencio discográfico y, al igual que ocurrió con 'Hard Candy', es más que previsible su inmediato desembarco en el primer puesto de las listas de ventas de todo el mundo -la avalancha de reservas a través de iTunes desde que se abriese la veda para ello a comienzos de febrero no deja espacio para la duda-. Cualquier otra cosa, tratándose de la solista que mayor poder ha ejercido a lo largo de las últimas décadas, constituiría un auténtico desastre.
Pero más allá de las cifras de ventas que pueda alcanzar y de los cantados llenos que registrarán los estadios por los que peregrinará Madonna en el intenso tour que arrancará a finales de mayo en Tel Aviv (Israel) y que la traerá a España, concretamente al Palau Sant Jordi de Barcelona los días 20 y 21 de junio, el sabor que deja 'MDNA' es el de que la artista prefiere recurrir a viejas fórmulas que siempre le han funcionado antes que dotarse de nuevas armas para el combate más duro que nunca haya debido librar. Entusiasmará a los nostálgicos devotos de aquellos temas con los que la cantante dominaba las pistas en los años ochenta y noventa. Gustará a quienes busquen estribillos pegadizos y ritmos bailables. Sin embargo, decepcionará a quienes aspiren a algo más.
El poder de la imagen
En alguno de los 17 cortes que integran la edición deluxe del disco -quedan reducidos a doce en el caso de la versión normal- se atisba a la Madonna de los mejores tiempos. También, por supuesto, en los dos videoclips que hasta el momento se han lanzado de este trabajo. Ahí Madonna sigue siendo una auténtica maestra. Le vale con exprimir nuevamente la imagen de chica pecadora, mezclando la imaginería religiosa con el sexo, y hacer gala de su extraordinaria forma física para dejar sin aliento al respetable.
Así ocurre en el de 'Give Me All Your Luvin'', dirigido por Megaforce y donde, crucifijo colgando del cuello mediante, se rodea de 'cheerleaders' que corean su nombre al tiempo que se lanza a los brazos de acorazados jugadores de fútbol americano. A su lado, artistas como Nicky Minaj o M.I.A. También en el de 'Girl Gone Wild', donde, en un impecable blanco y negro al más puro estilo de 'Vogue', se regala orgiásticos bailes en compañía de jóvenes modelos, algunos tan cotizados como el español Jon Kortajarena, convertidos en modernos Adanes felices de morder una y otra vez la manzana prohibida con la que les tienta su Eva-Madonna.
A medio camino
Otro cantar es lo que sucede al atenernos al puro contenido de las letras y de la música, despojadas del poder de la imagen. Estribillos de rápida digestión y frases demasiado facilonas pululan por el álbum, al que le falta algo más de sustancia.
"Las chicas solo quieren algo de diversión. Arder como un arma recién disparada. Permanecer en el suelo hasta la llegada del amanecer" proclama Madonna en el tema con el que se abre el álbum, el ya mencionado 'Girl Gone Wild', que constituye uno de los 'revientapistas' de 'MDNA'. "Bang bang. Te disparé a matar" repite una y otra vez en el mucho más flojo 'Gang Bang' que viene a continuación. Tampoco seduce precisamente con 'I'm Addicted', una canción que puede que sea comercial, pero que sobresale sobre todo por su blandura. Mejora algo la cosa con 'Turn up the radio', de corte electrónico y producida por Martin Solveig; y con 'Some girls', en la que se deja sentir la mano de William Orbit, clave en el aclamado y premiado 'Ray of Light', un disco que Madonna lanzó en 1998 y cuyo espíritu también refulge en 'I'm a Sinner', por el que la pecadora confesa Madonna hace desfilar a Jesucristo, San Antonio o San Sebastián. Pero una vez más se entrega a la pereza en 'Superstar' y su machacón "Oh, la, la".
Mucha más mordiente tiene, de lejos, 'I Don't Give A', donde una Madonna perfectamente secundada por Nicki Minaj se vale del hip hop para lanzar unos cuantos mensajes que pueden perfectamente interpretarse como dardos envenenados. "Intenté ser una buena chica. Intenté ser tu mujer. Me hice pequeña. Y me tragué mi luz. Intenté convertirme en todo lo que esperabas de mí. Y fue un fracaso. Y no me importa una..." espeta la artista en una más que clara alusión al cineasta Guy Ritchie, de quien se divorció en 2008. No menos explícito es el grito de Nicky Minaj -"¡Solo hay una reina, y esa es Madonna, puta!". Ahí ya, cada cual, puede poner la destinataria que quiera.
La nueva oferta de la 'chica material' se completa con 'Love spent', 'Masterpiece', 'Falling Free' -temas todos ellos integrados en la edición normal- más 'Beautiful Killer', 'I Fucked Up', 'B-Day Song', 'Best Friend' y 'Give Me All Your Luvin' - Party Rock Remix. Pegadizos, energéticos y bailables, sin duda, pero también previsibles. Si el propósito era dejar sentado que seguirá mandando durante largo tiempo, el tiro le sale por la culata. Hubiera necesitado más.
0 comentarios :
Publicar un comentario