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Por Manuel Antonio Velandia Mora
Jean Baptiste Hermosilla naci贸 el 24 de junio de 1929 en Argelia —a煤n colonia francesa— y con una memoria envidiable. Se form贸 en Ingenier铆a Hidr谩ulica en la antigua Universidad de Toulouse, pero fue en Colombia, como maestro de matem谩ticas en la Universidad Nacional, donde descubri贸 su verdadera vocaci贸n: “Por fin encontr茅 mi vocaci贸n”, afirmaba con certeza.
En el aula impon铆a respeto: exig铆a que el estudiantado se pusiera de pie al entrar al sal贸n, y una de sus an茅cdotas m谩s recordadas era que se paraba sobre el escritorio para vigilar mejor y evitar cualquier intento de plagio.
Su llegada a Colombia fue un paso t铆mido pero crucial hacia la libertad. Desde joven entendi贸 que su vida estar铆a marcada por la necesidad de esconderse, de mantenerse lejos del rumor social y del se帽alamiento. En su apartamento, rodeado de sus objetos m谩s preciados, el tiempo parec铆a suspendido: dos viejas maletas con cierres de metal, libros de historia apilados en repisas y muebles, una extra帽a silla blanca que evocaba lo sagrado, y las paredes cubiertas por los diplomas que hablaban de sus logros acad茅micos.
Era un homosexual vergonzante, como tantos de su tiempo. Perteneci贸 al movimiento “hom贸filo”, integrado por maricas en crisis que prefer铆an vivir lejos del hogar y de la familia para no “hacerles da帽o”. Nada inusual en su 茅poca. Form贸 parte de Arcadie, la revista homosexual francesa fundada en 1954: un espacio pionero de visibilidad respetable en tiempos de represi贸n, que intentaba dignificar la homosexualidad desde la discreci贸n y el respeto burgu茅s.
Contaba que durante su juventud no se cas贸 porque prefer铆a su libertad. Sol铆a decir: “Tuve dos novias, 茅ramos el d铆a y la noche. Con una de ellas me iba a casar, pero estaba muy apegada a su mam谩. La suegra era quien escog铆a a d贸nde 铆bamos a bailar”.
Lo que jam谩s cont贸 es que tuvo una relaci贸n directa con los or铆genes del movimiento homosexual colombiano. Amaba el cine, y fue precisamente viendo La quimera de oro de Chaplin que se me acerc贸. Acept茅 conocerlo. Cuando recuerdo ese momento, pienso que hoy quiz谩 me habr铆a dado miedo hablarle. Me invit贸 a tomar un refresco oferta que no acept茅, pero que termin贸 siendo una colombina. Sal铆 del teatro olvidando el encuentro, quer铆a llegar temprano a la escuela distrital de Arte dram谩tico en la que me formaba como actor. Metros m谩s adelante, al salir de la Cinemateca Distrital rumbo a la Jim茅nez, sent铆 que alguien me segu铆a. Gir茅 y era 茅l, que levantaba la mano para saludar. Se acerc贸 y me pregunt贸 si iba a la escuela de teatro. Le pregunt茅 c贸mo lo sab铆a. Me respondi贸 que sol铆a caminar todos los d铆as entre las 5:00 y 5:30 de la tarde, que me hab铆a visto varias veces y sab铆a que me encantaba comer pizza.
Me pregunt贸 si pensaba comer algo antes de ir a clase. Le respond铆 que s铆, y me invit贸 a mi lugar habitual. Le dije que solo me gustaba un tipo de pizza. Me respondi贸, con cierta naturalidad inquietante, que lo sab铆a, que sol铆a verme comer la de anchoas con champi帽ones. Acept茅 la invitaci贸n.
En el cine, me susurr贸 al o铆do que 茅l aparec铆a en el cortometraje que iban a proyectar. En pantalla se le ve铆a haciendo posiciones corporales imposibles. Me sorprendi贸 su elasticidad. Le pregunt茅 d贸nde hab铆a aprendido a moverse as铆. Me dijo que hab铆a trabajado con su cuerpo en la India y tambi茅n hab铆a hecho ballet cl谩sico.
Le coment茅 que me encantar铆a verlo hacer esas figuras. Me invit贸 a su apartamento. A la entrada, colgadas en la pared, hab铆a fotograf铆as en blanco y negro de Hern谩n D铆az. Ese d铆a descubr铆 mi pasi贸n por la fotograf铆a.
Nunca me enamor茅 de 茅l. Lo nuestro fue una experiencia eminentemente sapiosexual, una relaci贸n contradictoria de aprendizaje. En ella descubr铆 el afecto, reconoc铆 mi cuerpo, experiment茅 el placer, me aproxim茅 t铆midamente al erotismo y le di otro sentido a la genitalidad. El amor lo encontr茅 despu茅s, en la que fue mi primera relaci贸n.
En absoluto me hab铆a pensado marica. Aquella visita fue, para m铆, eminentemente est茅tica, sostenida en mi inter茅s por el cuerpo como posibilidad de transmisi贸n simb贸lica. 脡l ten铆a una inteligencia superior y una f茅rrea cuadr铆cula mental. Aunque me pidi贸 volver, puso reglas estrictas: no saludarlo en la calle, no visitarlo m谩s de una vez cada quince d铆as, por un m谩ximo de dos horas.
Me preparaba chocolate con Cointreau y horneaba cruasanes. Nuestros acercamientos comenzaban con masajes cada vez m谩s integrales, hasta que, a los seis meses, fueron profundamente mutuos. Me resultaba contradictorio su rechazo radical a la visibilidad. Dec铆a no estar preparado para tener pareja. Nuestra relaci贸n, afirmaba, era un experimento: quer铆a comprobar si era necesario amar y compartir con alguien.
Quince d铆as antes de cumplir tres a帽os de esos encuentros quincenales, me anunci贸 que se ir铆a de vacaciones a Par铆s. Pero antes, quer铆a ponerle fin a todo. “No necesito a nadie para ser feliz”, me dijo.
Mi gran aprendizaje con 茅l fue descubrir el derecho a ser libre y afirmar mi negativa a ocultarme. Ese temor suyo fue lo que me impuls贸 a comprometerme con mi propio derecho a Ser. De esa relaci贸n extra帽a y espantosa naci贸, parad贸jicamente, mi conciencia como sujeto pol铆tico marica visible. Y fue desde ese lugar de contradicci贸n que comenz贸 a germinar, en m铆, la idea de un movimiento homosexual colombiano.
Se pension贸 en 1991. A partir de entonces, empez贸 a saludarme cuando me ve铆a, aunque le aterraba que yo fuera un militante marica. En 2004 me llam贸 por tel茅fono: quer铆a que pasara por su casa. Me dejaba como herencia unos libros de arte que giraban en torno al cuerpo masculino, no al musculado y hegem贸nico, sino al cuerpo como el suyo: l谩nguido, pl谩stico, gr谩cil. Como las pocas postales que me envi贸 durante sus viajes por el mundo: siempre im谩genes de bailarines cl谩sicos.
Me hizo prometerle que viajar铆a. Me pidi贸 que, por cada pa铆s visitado, le enviara una tarjeta postal. As铆 llegaron a sus manos veintiocho. La 煤ltima se la envi茅 en 2007, cuando inici茅 mi exilio en Espa帽a en 2007. No lo volv铆 a ver. Por la prensa me enter茅 que viv铆a en una fundaci贸n a la que hab铆a donado pertenencias y afectos.
Hablando sobre 茅l con mi amigo Manuel, buscamos en redes la fotograf铆a que ilustra este texto. Fue entonces que descubrimos que falleci贸 el 29 de agosto de 2024. Me hab铆a comprometido a no escribir sobre 茅l hasta despu茅s de su muerte. Con l谩grimas en los ojos escribo esta memoria. No es un obituario: es un acto pol铆tico, un gesto de cari帽o y un reconocimiento hist贸rico a su contradictorio aporte al movimiento marica en Colombia.
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