Una de las mentes más brillantes del siglo pasado, fue el matemático, científico, criptógrafo, maratoniano, corredor de ultradistancia, entre muchas otras cualidades más que consagraron a Alan Turing como todo un prócer no solo en la historia del Reino Unido y su lucha al haber enfrentado a la fuerza Nazi descifrando la Maquina Enigma; gracias a esto se pudo acortar la duración de la Segunda Guerra Mundial en un perdido aproximado de dos a cuatro años. Sino también para la historia del mundo, ya que sus avances, su mente y su historia le dieron el titulo como el Padre de la Informática Moderna.
Pero no todo en su vida fue color de rosa, es más, me atrevería a decir que en su vida fueron escasos los momentos que pudo sentirse orgulloso de sí mismo, y es que quién iba a decir que en plenos años 40 y 50 un homosexual, libre pensador y ateo, iba a ser un gran recurso para ganarle la guerra a los Nazi.
Después de que todos sus aportes sirvieron como una de las armas más poderosas, se atrevieron a juzgarlo de una manera muy ruin, solo por el hecho de ser como era, un ser humano.
En 1.952, después de que la guerra hubiera llegado a su fin y Turing se centrara en sus avances académicos a favor del conocimiento y avance de las maquinas, lo que conocemos ahora como Inteligencia Artificial y de lo cual él fue precursor; Arnold Murray, quien sería considerado como su amante, ayuda a un ladrón a entrar a la casa de Turing para saquearla. Turing acudió a la policía para denunciar el delito del que había sido víctima, para su desgracia, las investigaciones habrá por presentarlo como un criminal.
Durante las investigaciones Turing se vio obligado a confesar su homosexualidad, algo que para él no le presentaba ninguna vergüenza, solo que las autoridades se encargaron de imputarle los cargos de “indecencia grave y perversión sexual”. Cabe resaltar que la homosexualidad era considerada delito en Reino Unido para esa época. Y al no defenderse, puesto que él consideró que no debía disculparse por ser quien era, se le proceso. Se le dio a elegir su condena entre ir a prisión o someterse a la castración química. Turing decide optar por la segunda, puesto que esto le permitiría seguir trabajando en sus avances científicos, aun cuando esto le significara entregar su vida misma.
Su final fue muy triste. Llego a sumirse en una depresión tan profunda que en una carta que le escribió a su amigo Norman Routledge, Alan Turing describió una reflexión comparando el rechazo social que la homosexualidad provocaba, con el desafío intelectual que le presentaba el demostrar la inteligencia de las maquinas:
• Turing cree que las máquinas piensan
• Turing yace con hombres
• Luego las máquinas no piensan
Tiempo después, 61 años más tarde, la Reina Isabel II le concede el perdón y lo indulta de los cargos por los que fue juzgado.
Si bien fueron muchas las honras y reconocimientos que se le han brindado, desde el Premio Turing, el que es considerado como el premio Nobel de la Informática, hasta el más reciente, ser la cara del nuevo billete de 50 libras esterlinas, hay una cosa que me hace pensar: ¿Acaso hizo algo malo Alan Turing para que tuviera que perdonarlo?
Y es que el pensar que se le da un indulto, un perdón a una sentencia que hoy en día supone ser algo discriminatorio e injusto, me hace querer exigirle tanto a las autoridades británicas como al mundo entero que no es un perdón el que se merece Turing, debe ser la sociedad misma que solicite su perdón por haber causado que un gran científico se haya sometido a tales vejámenes, con tal de que le permitieran seguir investigando, seguir estudiando para que hoy disfrutemos de lo que la tecnología nos brinda, aun cuando esto para Turing suscitara en la muerte.
Creo, muy a mi pesar, que estas injusticias ideológicas y de extrema segregación, aun son practicadas hoy en día. Y que a pesar de que grandes pensadores e ilustres personalidades le brinden a la sociedad una mejora día con día, avance con avance, neurona con neurona… si no estás considerado en lo moralmente correcto, no eres digno de ser reconocido, de ser tratado como una persona brillante.
¿Acaso pesa más el moralismo hipócrita que pesa en esta sociedad “libre pensadora”?
Por Iván Felipe Bohórquez*.
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