“Lo probé una vez… FUI PASIVO y ahora soy mejor ACTIVO" (te explico por qué)
¿Por qué hacer de pasivo te convierte en un mejor activo?
- Porque quien ha estado abajo sabe cómo realmente se siente estar arriba.
Por Federico Schwaitzer*
Seamos honestos: hay algo increíblemente sexy en un activo que ha pasado por el otro lado. No hablo solo del cuerpo —aunque sí, también de eso—, sino de lo que pasa adentro: en la mente, en la piel, en la respiración. Un gran activo no se mide por la fuerza ni por el ritmo, sino por la empatía. Y no hay mejor forma de aprender empatía que vivir, aunque sea una vez, lo que siente el otro cuando se entrega.
Esa experiencia te cambia. Te afina los sentidos. Te enseña a leer el cuerpo del otro como un idioma secreto. A reconocer cuándo abrir, cuándo esperar, cuándo sostener y cuándo soltar. Te da algo que no se aprende viendo porno ni escuchando consejos: presencia.
Aprendes a tener paciencia (y a disfrutarla)
Cuando eres pasivo por primera vez, entiendes que la prisa mata la magia. Que abrirse lleva tiempo. Que el cuerpo necesita confianza antes de dejarte entrar del todo. Quien ha estado abajo sabe que el placer llega en oleadas, no en embestidas. Y cuando vuelves a estar arriba con ese conocimiento, te vuelves peligroso… en el mejor sentido. Eres el tipo de activo que no solo penetra: conquista.
Descubres qué significa realmente “sentirse bien”
Porque no todo es lubricante y posición. También importa la voz, la mirada, el tono con el que dices “tranquilo, respira”. Cuando has estado del otro lado, entiendes que el placer no está solo en el movimiento, sino en el ambiente que se crea. En cómo haces que el otro se sienta seguro, deseado y completamente libre.
Un activo que ha sido pasivo alguna vez no pregunta “¿estás bien?” como un trámite. Lo hace con intención. Con cuidado. Con deseo.
El hablar sucio o "dirty talk" te sube a otra liga
Después de haber sentido lo que unas palabras pueden hacerte mientras te abres y te pierdes, tu forma de hablar cambia. No es lo mismo decir “te gusta” que saber exactamente cómo y cuándo decirlo. Quien ha estado de pasivo entiende que el "dirty talk" no es solo para encender, sino para guiar, para acompañar. Tu voz se vuelve un arma, suave y sucia a la vez.
Aprendes a no tomarte las pausas como rechazo
Quien ha sido pasivo sabe que, a veces, hay que parar. Que el cuerpo pide tiempo. Que el placer también está en el respiro. Un activo con esa experiencia no se ofende cuando el otro dice “espera un segundo”. No se frustra. Se adapta. Acaricia. Susurra algo que relaja. Y cuando vuelve a entrar, todo fluye mejor.
Te vuelves versátil —de verdad
No se trata solo de cambiar de rol. Es que tu energía cambia. Eres más sensible, más consciente, más completo. Sabes lo que es rendirte y también lo que es guiar. Y cuando tu pareja siente eso, cuando nota que entiendes el equilibrio entre control y entrega, ya no eres solo un activo: eres una experiencia.
En el fondo,
hacer de pasivo no te hace menos dominante, ni menos hombre, ni menos nada. Te hace más humano. Más conectado. Más sensual. Te enseña que el poder no está solo en empujar, sino también en sentir. En escuchar. En saber cuándo detenerte y cuándo perderte con el otro.
Y créeme: después de vivirlo, nunca volverás a oír “un poco más despacio” de la misma manera.

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