martes, 13 de julio de 2010

¿Marchas o no marchas?

Escrito por Hunzahua Vargas *
lunes, 12 de julio de 2010

Sin duda se ha avanzado frente a los derechos y a la igualdad de las personas LGBT, pero todavía quedan rezagos de la sociedad patriarcal y machista de otras épocas.



Del desfile a la marcha

El pasado 27 de junio se llevó a cabo la XIV "Marcha por la Ciudadanía LGBT (Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgeneristas) de Bogotá", que mostró la excelente organización que tiene el sector en la ciudad y el país. En ella participaron cerca de 30 mil personas provenientes de todos los estratos sociales y de los más distintos lugares.

En los últimos años el evento se ha transformado. En efecto, dejó de ser un "desfile del orgullo gay" para convertirse en la "marcha por la ciudadanía LGBT de Bogotá". Asimismo, tuvo un cambio importante en su dirección, que se refleja en sus propósitos y contenidos: desde el año 2005 se dirige hacia la Plaza de Bolívar, centro político del país. En cada oportunidad logra una mayor participación de la academia, los grupos activistas y el Estado.

Estas organizaciones y entidades han tenido un lugar importante en el desarrollo de la marcha, y en términos más amplios, en la visibilidad y reconocimiento de derechos de las personas LGBT, principalmente en Bogotá, lo cual ha repercutido de manera notable en la política nacional. Las alcaldías de izquierda de la capital, en especial la de Luis Eduardo Garzón, le dieron un apoyo importante. El alcalde Garzón mostró interés por el tema y encabezó la marcha más de una vez.

Presencia de lo patriarcal

No quisiera olvidar algunas de las características históricas del movimiento LGBT, que hacen parte de lo que se puede ver en la marcha. El movimiento nace como expresión de la comunidad gay masculina, que ocupa un lugar privilegiado de poder frente a las lesbianas, y las personas transgeneristas y las bisexuales. Todas ellas emprendieron una lucha política que tiene en los acontecimientos del Stone Wall Inn[1] un momento emblemático. La cultura patriarcal en la que todavía vivimos, permitió que fueran los hombres quienes primero se levantaran y se organizaran política y estéticamente en torno a la defensa de los derechos y reivindicación de la diferencia.

Desde la primera marcha, que se realizó a comienzos de la década de 1980 y que contó apenas con poco más de 30 personas (casi todos hombres), hasta las de 2007 y 2008, en las que se hicieron presentes cerca de 50 mil participantes, han pasado más de 20 años y muchos ires y venires. Hoy existen cada vez más organizaciones y grupos que se dan a la tarea de pensar, problematizar y defender las diversidades sexuales y de género.

Según el Directorio LGBT de 2008 de la Alcaldía Mayor de Bogotá, ese año existían "59 organizaciones con trabajo por los derechos de las personas LGBT en Bogotá. De estas, 41 son específicamente del sector, 12 brindan atención especializada y 6 son aliadas en el tema"[2] Estas organizaciones se dividen a su vez según los componentes de la sigla. Así, se encuentran algunas que trabajan de manera mixta, mientras que otras lo hacen específicamente con lesbianas, transgeneristas, bisexuales o gays. También hay grupos académicos, principalmente universitarios, que se dedican a la investigación de los temas relacionados con cada sector específico.

Por fuera y por dentro

Así las cosas, parecería que se hubiera logrado consolidar en un par de décadas un movimiento social influyente en la política local y nacional. Pero ¿cómo se articula hoy ese movimiento? ¿Cuáles son los problemas que enfrenta?

Después de años de luchas, quien observe la marcha sin prevención podría llegar a creer que el movimiento muestra solidez y unidad. Sin embargo, la comunidad es en sí misma fragmentaria y diversa, y aunque se esfuerza por mantenerse unida en medio de sus diferencias, hay algunas que siguen siendo hoy, como hace dos décadas, la fuente de tensiones internas y miradas poco amistosas.

El primer y más difícil problema del movimiento es, a mi parecer, la cultura patriarcal. Debido a la forma en que se concibe lo femenino y lo masculino y al lugar político que se ha concedido tradicionalmente a hombres y mujeres, se enfrentan grandes retos. Por un lado, la endo discriminación, basada en representaciones tradicionales de lo femenino y lo masculino, hace que los hombres gay sean representados (con frecuencia por sí mismos) como afeminados, a la vez que las mujeres lesbianas se representen como masculinas.

Estas ideas dicotómicas han dejado en la periferia a las personas bisexuales y sobre todo a las transgeneristas y transexuales, que no caben en tales polaridades. El número creciente en el interior del movimiento LGBT de las personas trans, lo mismo que su visibilidad política, es un avance importante en el tema, pero sigue siendo sin duda uno de los asuntos neurálgicos que afrontan organizaciones y colectivos en el debate.

La lucha de clases

Por otra parte, las diferencias de clase se reproducen en éste como en otros movimientos sociales y se entremezclan con las luchas políticas. El año pasado, diferencias entre los bares de la Avenida Primero de Mayo y la organización central, dieron lugar a la separación de los primeros, que no asistieron a la marcha por la Carrera Séptima, y organizaron un segundo evento que no terminó en el centro político de la ciudad y del país, sino en los bares de la llamada zona rosa del sur de Bogotá, en la Avenida Primero de Mayo entre la carrera 68 y la Avenida Boyacá. Una de las razones que arguyeron los organizadores, es que a sus bares no los beneficia la marcha de la Séptima, como sí ocurre con los bares de Chapinero, en donde se reúnen los y las marchantes después del cierre en la Plaza de Bolívar.

Política y fiesta

Por Alejandro Gamboa
Y aquí un tercer conflicto del movimiento: la relación entre política y fiesta. Una de las primeras maneras de asociación, pero sobre todo de socialización entre personas (sobre todo hombres) gay, fueron, y son hoy todavía, los bares. Estos, y sobre todo su conglomeración en un sector determinado de la ciudad, han permitido que se generen redes que con el tiempo han devenido en organizaciones políticas y sociales. Sin embargo, el movimiento político ha tratado de separarse de los bares en la medida en que no considera que allí se logre una reflexión de ningún tipo sobre lo que significa ser L, G, B o T, lo que ha resultado en una tensión importante entre quienes proponen un análisis de la sexualidad y el género, y el número creciente de quienes ofrecen consumo y rumba, al menos en apariencia despreocupada.

Esta tensión no sólo separó a los bares del sur de los bares de Chapinero en las dos últimas marchas, sino que se tradujo en un asunto de administración en el Distrito. Un ejemplo, las campañas de prevención del VIH/SIDA, lo que puso sobre el tapete el papel político que pueden jugar los bares en términos de distribución de información e impacto de políticas públicas.

Lo hecho no es suficiente

Otro de los grandes temas que debe afrontar el movimiento LGBT es el papel del Estado en las luchas políticas. Si bien alcaldías de pensamiento liberal o de izquierda le han dado un respaldo importante, la lucha por el reconocimiento de derechos sexuales tiene todavía un enorme trabajo por delante frente a la voluntad de la administración de turno para obtener recursos y producir cambios más estructurales.

Pese a esas dificultades, las organizaciones del sector han tenido grandes resultados en términos políticos y particularmente en asuntos legales.

Hacer ciudad

En torno a la política pública, y en términos políticos, me centraré en algunos logros importantes por sus alcances jurídicos y por su representatividad simbólica en medio de la cultura patriarcal en que se producen.

Comenzaré por el decreto 608 del 28 de diciembre del 2007, dictado por la Alcaldía Mayor de Bogotá, "por medio del cual se establecen los lineamientos de la Política Pública para la garantía plena de los derechos de las personas lesbianas, gay, bisexuales y transgeneristas -LGBT- y sobre identidades de género y orientaciones sexuales en el Distrito Capital, y se dictan otras disposiciones". Este decreto marca un avance muy importante en la política pública del país y probablemente de toda América Latina, al reconocer el papel que juega la comunidad LGBT en la construcción de ciudad, y al reconocer la titularidad de derechos de esta población, así como la autonomía, identidad, equidad, solidaridad, diversidad y participación de las personas que la conforman.

El decreto reconoce el papel cultural de esta población, crea un consejo consultivo, y establece una corresponsabilidad en el ejercicio de derechos, lo que permite visibilizar jurídicamente al sector y lo conduce a responsabilizarse de sus derechos, al tiempo que construye mecanismos de participación en la política local.

Reconocimiento de parejas
El segundo logro importante de la lucha política de la población LGBT es, sin duda, la sentencia C-075-07 del 7 de febrero del 2007 emanada de la Corte Constitucional, en la que se revisa y corrige la ley 54 de 1990, que regula las uniones maritales de hecho, en la que no se contemplaban parejas del mismo sexo. Esta sentencia permite no sólo el reconocimiento legal de dichas parejas, sino que además les concede los mismos derechos que a las parejas heterosexuales, lo que implica, por ejemplo el derecho a afiliación al Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS) por parte del o la cónyuge, y el derecho a heredar los bienes que adquiera cada uno de los integrantes de la pareja. Este avance pone en igualdad de condiciones a las parejas heterosexuales y homosexuales en casi todos los aspectos, implica un nuevo concepto de pareja en la sociedad colombiana, y reconoce la carta de ciudadanía a que tienen derecho las parejas del mismo sexo.

Lo que falta
Después de estos avances, parece que en Colombia el panorama para las personas LGBT no es tan oscuro. Sin embargo, el reconocimiento pleno de derechos es todavía precario y son muchas las batallas políticas que se avecinan.

Entre otros muchos temas, por ahora falta una legislación que proteja a las personas transgeneristas y les permita acceder al subsidio estatal para terapias hormonales y cirugías plásticas; también está por discutirse la adopción de hijos por parte de parejas del mismo sexo; y se echa de menos una reflexión sobre la calidad de la educación sexual en Colombia que incluya las opciones sexuales diferentes de la heterosexual. Al final, en una sociedad que sigue siendo machista y patriarcal, en la que la unión hace la fuerza, subsiste una pregunta: ¿marchas?

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* Antropólogo y candidato a magister en estudios culturales de la Universidad Nacional de Colombia. Investigador de fiesta, ritualidades urbanas y población gay. Actualmente es docente en la facultad de Bellas Artes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

publicado en http://www.razonpublica.com

Notas de pie de página



[1] Stone Wall Inn es el nombre de un bar gay en Nueva York, en donde el 28 de junio de 1969, la policía hizo una redada que terminó en enfrentamiento con los hombres que allí se encontraban. La conmemoración de este enfrentamiento dio lugar a la primera marcha del orgullo gay al año siguiente.

[2] Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal. Directorio LGBT. 2008. Bogotá.

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Marcha por la diversidad sexual y la vida - Medellín 2010

Por Alejandro Gamboa


Pre-marcha

Nunca he asistido a una marcha del orgullo gay o de la diversidad sexual, ni como marchante ni como espectador. Mis informaciones sobre las mismas han venido de la prensa o de comentarios de terceros. Por lo general la información de la marcha en la prensa del país es disimulada, a mi gusto algo light, no te permiten saber lo que paso y cómo, es como un saludo a la bandera y no precisamente a la bandera gay, esto me hace preguntar por la manera en que informan los medios del país, en fin eso es diferente. Por otra parte los comentarios de la gente por lo general son negativos o no tienen nada que ver con lo que se del orgullo gay, con lo que pienso que es. Si es un espectador hetero, es posible que empiece por reconocer que es bueno que se expresen, pero es posible también que valla directamente a señalar que es una vulgaridad, bueno algunos gay, casi nunca tengo comentarios de lesbianas, llegan a la misma conclusión por lo que toman dos posiciones, una la de no ir o dos la de ir, claro, asistir a un acto de tal vulgaridad tiene sus ventajas, sobre todo en un fin de semana, es una excusa para rumbear, tal vez para levantar más fácil o para pillar a los amigos, los enemigos, o los papasitos levantando fácil. Pero a todas estas, pocas personas relacionan la marcha con otra cosa, a menos de que sea la revelación evidente, es una marcha por que estamos orgullosos de lo que somos y que somos, pues maricas.

No sé, nunca he ido a una marcha, dicen que la marcha de Bogotá tiene mucho más sentido político y trato de pasar de lo obvio, de pensar que allá es donde está el centro del poder del país, pero también, y no estoy seguro de si independientemente de lo anterior, hay que reconocer que la masa crítica, por decirlo así, es mucho más grande por el conjunto de organizaciones y los lazos institucionales que existen entre ellas y con las universidades, embajadas, centros de pensamiento. Tiene un circuito, una red de informadores, activistas, negociantes, financiadores y eso sin contar con la reciente política pública que brinda un espacio de interlocución con la alcaldía del distrito capital. Bueno, no podría decirse que sea efecto de la cultura, por lo menos no por la cultura tradicional capitalina, tal vez de la mixtura que esa urbe ha alcanzado con más de la mitad de sus gentes provenientes de otras partes del país y siendo uno de los centros de negocios y turismo más importantes del país, la permeabilidad de la ciudad a otras formas de vida y a otras formas de pensar es mucho mayor, tal vez y me atrevo a incluir la pregunta por el espacio, es, al fin y al cabo, una ciudad muy grande.

Nunca he ido a una marcha, porque he estado entre la indecisión y la falta de necesidad, los comentarios de esas personas y el cubrimiento de la prensa me dejaban desanimado, para que quiero marchar, para que sepa quién, que entendería el que lo ve, no sé, pero es difícil confiar en la marcha, no tiene un único objetivo, no todos los objetivos son loables. Sin la marcha ya era un marica reconocido, todos a mí alrededor lo saben y saben que me sentía orgulloso de ello, y no entiendo el objetivo de la marcha y tal vez por eso no lo hice nunca.

Pos-marcha

No sé qué pensar, la marcha es como un acto individual, es una rumba bajo cielo abierto, es una fiesta, hay trago, marihuana, droga, felicidad, maquillaje, pinta, sudor, pisotones, besos, abrazos, están los que se hacen en las orillas como lo harían en la discoteca, pegados a la barra como para no ser tocados, como quien está pero no necesariamente cómodo, está también el gritón, la pantallera, es un acto ante todo espontáneo, un ritual de la espontaneidad, la regla es hacer lo que se le dé la gana. No soy un asistente asiduo a la feria de las flores, pero no veo algo diferente en esta marcha, es una pequeña feria, la pre feria de las flores, es un show signado por el consumo, buen o malo, no, acá no estamos haciendo juicios. La marcha es lo que es y eso que sea, también está marcado por la forma como los antioqueños vivimos las fiestas, pensamos y actuamos, el culto al cuerpo y el exhibicionismo, mujeres y hombres perfectos. Machos y hembras.

Lo he disfrutado la verdad y por eso creo que la marcha tiene valor, lo disfrute por que sentí que el mero hecho de estar ahí y ver lo que vi y rodearme de quienes me rodee sin tener problemas es un acto de convivencia y de respeto… la marcha es grande, no conocí cada espacio, pero sé que viví su espíritu de jolgorio, lo vi en los rostros y creo que es una ganancia. Tal vez este aturdido por ser mi primera vez en la marcha de la diversidad sexual, pero fue la mejor experiencia que antes hubiera vivido, tanto amor, tanta sensualidad hacían vibrar mis sentidos.

Vi discursos disimiles, políticamente nadie estaba en un lugar estático, veía los rostros de la gente como miraban el espectáculo, quisiera saber que piensan, que impresión les queda, cómo los impacta esos discursos disimiles que habían presentes, nadie tenía letreros en ese lugar, pero había gente de todos los lugares de la ciudad, había viejos, jóvenes, locos, drogados, serios, risueños, lindos, feos, besos y abrazos, trabajadores y trabajadoras, estudiantes, jubilados y desempleados. Me pregunto si la gente se reconoció ahí, si pensó en que había seres humanos iguales a ellos. No puedo estar seguro de que saber aquello sea necesario, pero sería bueno saber si pasa o no.

Políticamente no había nada, pero lo había todo. Estaba Medellín reflejada, lo pude ver en los rostros de la gente, que en algún momento se acerco sin temor y hablo con los marchantes, tomo las fotos. Vi familias y niños, supe que había transeúntes y maestros desconcertados porque no estaban informados de la parranda y menos que sus alumnos estuvieran ahí, dándose un beso con alguien del mismo sexo. Había desorden un desorden tranquilo en gran parte, vi solidaridad en medio del bullicio, vi los problemas de la ciudad.

La marcha es un acto individual y entre la individualidad de miles de personas recorrimos muchas calles, unidos por qué, no sé si alguno de los que estaba allí lo sabía a ciencia cierta, pero lo hicimos y no es algo fácil lograrlo, así que creo que es un escenario en formación, será un termómetro de la madures que tome el movimiento LGBT en la ciudad, actualmente es un reflejo de la falta de madures política de la sociedad colombiana, no un problema exclusivo de maricas y machorras, de trans o bisexuales, si no de los colombianos, pero es un escenario potente, que por ahora solo conoce su poder económico, que no anula otras posibilidades, pero que si les quita importancia. Encontrar el equilibrio requiere de participación de una dinámica social más movida que tiene pocos espacios en la ciudad. Cantina, friends, viva, la pollera, la fonda etc. no son espacios de debate, son espacios de socialización limitados que por sí solos no construyen el tejido social que da consistencia a aspiraciones políticas y sociales y eso es reflejo de la marcha, ella da lo que puede dar, el espejo de lo que hay, de lo que se llama la comunidad LGBT medellinense.

Disfrute ese espacio con sus problemas y falencias, y lo tomo como mío porque tengo esperanza y se dé su potencial social y político, un potencial que no se desarrolla solo.

2 comentarios :

Tienes razón hay sentimientos encontrados, por un lado sabemos de la valía de las expresiones ciudadanas, pero al tiempo nos averguenza de la mayoría de los marchantes no tienen ni idea para que salen y que en el peor de los casos lo único que saben es que las marchas son grandes rumbas a cielo abierto.

Me parece muy bien la propuesta..otra cosa es que se lleve acabo y el matrimonio gay sea una realidad.ahora mismo no estoy en colombia pero me encantaria que llegase el dia de poder formar una familia en colombia incluso con hijos! Y que sea en mi propia tierra y no en un pais extranjero...los colombia nos no se dan cuenta...pero muchas personas nos hemos ido del pais por eso....

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